Relatos eorticos gay

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El espacio entre nuestros rostros parecía reducirse, el aire se sentía espeso.

Yo no podía despegar mis ojos de su boca, de sus labios delgados que solían tener un brillo abrumador cuando sonreía. Ni en los 5 años que duramos casados ni ahora, que, por fin, estábamos a punto de divorciarnos. 

Khalil me miró con las cejas levantadas, luego sonrió de lado. 

Yo tenía los nervios a flor de piel, podía sentir que la electricidad que me recorría el cuerpo era una mezcla de emoción con una taladrante ansiedad. 

Aún tenía miedo de que todo esto fuera un error, de que mi estúpida apuesta estuviera por tirar por la borda catorce años de amistad. 

Cerré los ojos un momento.



Cuando ya no te esperaba
Luis es un hombre de 36 años que vive secretamente enamorado de Sergio, su mejor amigo hetero. El reloj sonaba a nuestras espaldas con un tic tac desesperante. 

Parecía anunciar los minutos antes de un veredicto, de ser enviado a la horca o ganar la libertad. 

Los ventanales permitían que la luz bañara todo, que no dejara ni un solo recoveco sin iluminar, que yo no pudiera esconder mi corazón agitado. 

—¿Ves lo que te dije?

No podía desaprovechar la oportunidad, puse mi boca en la punta de su verga y saboreé los últimos chorros que aventó. Necesitó tirar de un poco más de lubricante, la entró de nuevo en aquel glorioso agujero que... Pero no tengo para pagar tus servicios y no puedo aceptar caridad.

La comida o... —Khalil se tomó un momento, dio otro trago y luego apoyó su mano en mi pierna.

Volví a sentarme en la reposera del inicio, me abrí bien de gambas, y le dije: “vení, todo para vos”. Esto era inevitable, de hecho, creo que es lo mejor. 

Él me tomó del mentón, la acción me sorprendió incluso en el estupor de la embriaguez. 

Sus cejas espesas se fruncieron, la arruga que se formó en el medio tembló. 

—Déjame ayudarte con el caso.

—No.

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Mi cabeza intentaba procesar lo que estaba ocurriendo y mezclado con el alcohol no era fácil. 

—Si te gusta, me dejarás continuar —dijo muy cerca de mi oído, su barba raspó mi mejilla—. Karen comienza a sospechar. —me preguntó Khalil. Sergio afirma que los hombres no le ponen lo más mínimo y Luis le dice que es capaz de ponerlo a tono sin tocarle nada más que el pecho.

Cuando te divorcies llegaremos al final. 

Me quedé de espaldas contra la puerta, mis ojos abiertos como platos cuando Khalil desabrochó el cinturón y deslizó su mano entre el pantalón y mi tibia piel.  

Jadee. 

Por un instante sentí que esto le estaba pasando a alguien más, que yo no era ese hombre que se atrincheraba contra la puerta, incapaz de detener la mano fría que avanzaba seductora por mi abdomen hasta mi miembro. 

La sola idea, la revelación de lo que estaba haciendo, fue suficiente para que mi pene punzara, se endureció pidiendo atención.

Eso no podía estar pasando.

Los gruesos dedos de Khalil envolvieron mi envergadura y la caricia aumentó en fuerza y velocidad. Por cada una de las cosas que evite que Ivanna se lleve de ti, tú me dejarás tocar una parte de ti. 

—¿Qué? 

La propuesta me sacudió como una tormenta. 

Khalil fue un chico inseguro en la secundaria, miraba hacia abajo todo el tiempo y yo, por el contrario, fui el tipo de chico que no dejaba de ser mirado allá a donde iba. 

Sin embargo, en ese preciso instante noté como mi amigo ya no era ese joven, era un hombre maduro, decidido.

Sus ojos ámbar temblaban con aflicción.
Lo que empieza siendo un casi inocente juego se acaba convirtiendo en una montaña rusa de sensaciones, placer, infidelidades y mucho morbo.